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martes, 6 de abril de 2010

SUDÁFRICA: ASESINATO DE LIDER SUPREMACISTA DESATA TENSIÓN.

El asesinato de Eugene Terre’blanche, el carismático líder del grupo Afrikaner Weerstandsbeweging (AWB, Movimiento de Resistencia Afrikáner), ocurrido el 5 de abril, amenaza con desatar una tensión racial sin precedentes desde el fin del apartheid, cuando faltan pocos meses para el inicio del Mundial de Fútbol.

Terre’blanche, notorio dentro de Sudáfrica por su discurso patriotero y racista, por cierto histrionismo (es famoso por andar a caballo y fuertemente armado por Pretoria durante las manifestaciones de su movimiento) aparentemente fue asesinado por dos trabajadores negros de su granja, que sostienen que éste se negaba a pagarles por su trabajo.

La muerte de Terre’blanche llega en un momento particularmente delicado para Sudáfrica. En parte, por la inminencia del Mundial de Fútbol, que el gobierno del Congreso Nacional Africano planea usar como vitrina para exhibir el crecimiento sudafricano. Pero también por la creciente tensión racial imperante. La minoría afrikáner se siente crecientemente descontenta con el rumbo que está tomando su nación y muchos temen que eso desemboque en un conflicto similar al que sufre Zimbabwe. Las polémicas declaraciones del líder de la rama juvenil del CNA, Julius Malema (considerado un presidenciable por el actual presidente, Jacob Zuma) no hicieron más que acrecentar la crisis: en distintos actos partidarios, Malema suele cantar una canción de protesta de la era del apartheid llamada “maten al bóer”.
Para una mejor comprensión de los sucesos de esta semana (y los que seguramente ocurrirán de aquí a Junio, cuando inicie el mundial) es necesario recordar algunos sucesos de la historia sudafricana.

Si bien el Cabo de Buena Esperanza fue descubierto en el siglo XV por Portugal, la llegada de los primeros colonos blancos al actual territorio de Sudáfrica se da en 1652, con la colonización holandesa. Esta colonización estaba compuesta, básicamente, por protestantes calvinistas o hugonotes que escapaban de la persecución en Europa. Buena parte de los actuales sudafricanos blancos (Afrikáners) son descendientes de estos colonos (Terre’blanche mismo desciende de una familia hugonota que llegó al Cabo en 1704). Estos grupos mantuvieron una identidad cultural muy particular. Cuando Sudáfrica pasa a ser una colonia británica a principios del siglo XIX, los bóers (palabra holandesa para “granjero” emigran hacia el norte para escapar del control británico, conquistando terrenos que pertenecían a las tribus xhosa y zulú. Allí se establecen formando dos nuevos estados, la República Sudafricana y el Estado Libre de Orange, que se mantienen independientes hasta su conquista definitiva por parte de los británicos en 1902. Los bóers desarrollan un idioma propio (el afrikaans, derivado del holandés) y cortan los pocos lazos culturales que los unían con Europa, algo que el mismo Zuma reconoció recientemente al referirse a los afrikáner como “la única tribu blanca del África”. La anexión por parte del Reino Unido (interesado en las fabulosas reservas de oro y diamantes del Transvaal) les genera una marcada animadversión en contra de los colonos ingleses y hacia otros Afrikáner que habían aceptado la dominación británica, que se mantiene en cierta manera hasta el día de hoy. Los afrikáner, sin embargo, están unidos por una fuerte religiosidad, guiada por las distintas ramas de la Iglesia Reformada Holandesa, una iglesia calvinista que hasta el fin del apartheid estuvo unida al Estado.

Es necesario entender estas divisiones para comprender el apartheid. Al llegar la independencia de Sudáfrica los Afrikáner (que, a diferencia de lo que ocurría en buena parte de las colonias africanas, no se sentían europeos sino africanos) sintieron la necesidad de armar un esquema que les permitiera mantener su posición predominante pese a ser una minoría. A esta necesidad se sumaba una convicción religiosa (alimentada por la Iglesia Reformada) respecto a su propia superioridad racial. El Apartheid no se sostenía solo por necesidad política, para los afrikáner, tenía un sustento teológico.

Ya durante el apartheid, un grupo de bóers del interior, opuestos a lo que ellos llamaban “mentalidad del Cabo” se habían escindido del gobernante Partido Nacional, descontentos con el rumbo que tomaba Sudáfrica. En 1973 Terre’blanche funda el AWB, un movimiento de clara inspiración neonazi (basta con ver su bandera y sus uniformes color pardo para ver esa tendencia), movimiento de extrema derecha marginal, que toma gran notoriedad (y número) durante la transición hacia la democracia a principios de los ’90. En su momento pico, el AWB sostenía tener más de medio millón de miembros.

Aliado con otros grupos derechistas, forma el Afrikaner Volksfront (Frente Popular Afrikáner), un grupo separatista que reclamaba la creación de un Estado bóer independiente (comparando la situación sudafricana con la de Israel y Palestina en el Oriente Medio) Sin embargo, el AWB mantiene una postura aún más radical, llamando a boicotear las elecciones de 1994 y propiciando el inicio de una guerra civil, aún sabiendo de antemano que ésta no tendría solución aparente. El momento cúlmine de la acción desestabilizadora del AWB ocurre en Junio de 1993, este grupo toma por asalto la sede de las negociaciones entre el gobierno y el CNA.

Afortunadamente no hubo víctimas mortales, y este suceso hace que Mandela entre en negociaciones con el AV, resultantes en su participación en el proceso democrático. Desorientado, el AWB pierde fuerzas. Los desmanejos de Terre’blanche (con un notorio problema de alcoholismo) llevan a disputas internas, por lo que el grupo pierde aún más fuerzas, pese a que Terre’blanche se mantiene como su líder, exceptuando el período entre 1997 y 2004, en el que estuvo en prisión por intento de homicidio. En 2004, la rama política del AWB se reactiva, sin tener la fuerza de antaño.

El descontento de la población blanca con el rumbo general del país está creciendo alarmantemente. A la ola de violencia (Sudáfrica es, estadísticamente, el país más violento del mundo, siendo el país con mayor número de violaciones per cápita y el segundo en número de homicidios, también per cápita) y a los escándalos de corrupción, que ya acabaron con el gobierno de Thabo Mbeki y salpican fuertemente a Zuma y a Malema, se suman las expresiones de lo que ellos llaman “racismo negro” por parte de militantes y dirigentes del CNA, particularmente de su rama juvenil. Malema recientemente llamó a una profundización de la reforma agraria en curso, y llamó a los blancos a abandonar sus granjas. El comportamiento poco democrático de Malema sería acaso atribuible a un entusiasmo juvenil radicalizado, si no fuera porque cuenta con el absoluto respaldo de Zuma, que ya lo mencionó como “futuro líder”.

En este contexto, el llamado de la AWB a boicotear el Mundial cobra una importancia notoria. La pasión por el fútbol que tienen los sudafricanos negros no es compartida de ninguna manera por gran parte de los blancos, más afectos al rugby. Los llamados a la calma por parte de Zuma y de los líderes de la oposición pueden, en este escenario, caer en saco roto. Esperemos que eso no ocurra.

Por: Francisco Navarro