Las condiciones de miseria que abundan en la mayoría de los países africanos están produciendo hace tiempo grandes movimientos de emigración de los mismos hacia nuevos territorios. Durante los últimos años, hemos visto como la Unión Europea ha tenido que lidiar con la cuestión de la ola de inmigrantes ilegales provenientes de África del Norte, principalmente Marruecos. Hombres, mujeres y niños huyen de la desolada realidad africana, buscando un mejor futuro en tierra del primer mundo.
En la zona de África Sub-sahariana la historia es similar. Similar porque las condiciones son las mismas: altísimos índices de pobreza y desempleo que provocan movimientos importantes de personas de los estados más pobres a los más promisorios. En el caso de África Sub-sahariana, el foco de atracción inmigratoria ha sido Sudáfrica, el estado africano en mejores condiciones. Y las consecuencias sociales de esta inmigración masiva han demostrado ser las mismas que en los países de la Unión Europea: Xenofobia.
Pero a pesar de estar en mejor situación que sus países vecinos, Sudáfrica sufre actualmente de una creciente inflación, un alto desempleo (cerca del 40%) y una preocupante inseguridad. Varios sectores de la población han culpado esta situación a los cinco millones de inmigrantes que hoy en día se encuentran viviendo en Sudáfrica, y su disgusto fue expresado de la forma mas violenta. Desde alrededor del 11 de mayo, un brote de ataques xenófobos se inicio en el barrio periférico de Alexandra en la ciudad de Johannesburgo, y se expandió con velocidad e intensidad alarmantes por el resto del territorio. Armados con navajas, machetes, pistolas y fusiles, los atacantes han arremetido contra cientos de extranjeros, muchos de los cuales fueron asesinados mientras los atacantes saqueaban sus negocios y quemaban sus hogares. Para el 26 de mayo, el número de muertos había llegado a 50 y se registran más de 35.000 personas desplazadas de sus hogares. Los principales afectados por los ataques fueron inmigrantes de Zimbabwe y Mozambique, países limítrofes de Sudáfrica que se encuentran hoy en paupérrimas condiciones.
Ante esta situación crítica, el gobierno sudafricano se vio obligado a desplegar fuerzas militares para sofocar la violencia. Unos 200 soldados patrullan hoy las calles de Johannesburgo, buscando crear un perímetro de seguridad para que las fuerzas policiales puedan irrumpir en aquellos barrios donde se cree están escondidos varios responsables del robo y asesinato de inmigrantes.
Al mismo tiempo, la opinión pública sudafricana se hizo escuchar. El 25 de este mes se realizaron en Johannesburgo una serie de marchas y protestas que exigen poner fin a la ola de violencia. Agitando pancartas con leyendas como "Todos somos zimbabwenses" o "La xenofobia hiere como el apartheid", la multitud de sudafricanos e inmigrantes atravesó el centro comercial de la ciudad y llegó hasta una iglesia que acoge a cientos de inmigrantes ilegales procedentes de Zimbabwe. La situación es tremendamente inestable, sumándose a los ya críticos problemas del gobierno de turno.
Por: Sebastián Perdomo