El Tíbet, región bajo el dominio de China desde hace más de 50 años, se encuentra actualmente ante una situación crítica. En Marzo del corriente año, estallaron diversas protestas en favor de la liberación Tibetana. El pueblo se manifiesta contra el daño que las medidas chinas han causado en su cultura y tradición. A su vez, la proximidad de los Juegos Olímpicos, se presenta como un agravante de la situación, generando crecientes tensiones a nivel internacional.
A modo de lograr una mayor comprensión del conflicto es indispensable realizar un recuento histórico de los hechos. En un principio y hasta el siglo X, el Tíbet fue un país independiente. Durante este periodo logró consolidarse como pueblo, afianzando sus valores, tradiciones y creencias, dentro de las cuales el budismo cumple un rol fundamental. Sin embargo, a lo largo de la historia, la región se ha encontrado bajo dominio del Imperio Mongol en el siglo XIII, bajo dominio británico en el año 1906 y finalmente chino en 1907.
No obstante, los Dalai Lama[1] de turno han aprovechado las distracciones chinas (como la Guerra Civil China en 1911 o la Segunda Guerra Mundial en 1945) para intentar reestablecer el control sobre el Tíbet. Con esta intención, se han llevado a cabo diversos acuerdos, como por ejemplo el firmado entre Tíbet y Mongolia -en el cual ambos países reconocieron su mutua independencia- y el firmado con Gran Bretaña, que reconoce al Tíbet como región autónoma de China. A pesar de estos frustrados intentos, China nunca reconoció estos acuerdos como legítimos, y continuó defendiendo su hegemonía sobre el Tíbet como protectorado chino.
El suceso más significativo ocurrido dentro de los últimos 60 años, fue la rebelión que estalló en 1956 en la cual murieron miles de tibetanos y se destruyeron 6000 monasterios budistas. Esta revuelta resultó doblegada por el ejército chino, y forzó al decimocuarto Dalai Lama a huir a la India y permanecer en el exilio hasta nuestros días.
Recientemente, en el mes de Marzo de 2008 se produjeron una serie de protestas pro tibetanas. Sin embargo los motivos concretos de las mismas no resultan del todo claro. Como en todo enfrentamiento, existen dos caras para este conflicto.
Por un lado, la versión del gobierno chino indica que las violentas revueltas fueron iniciadas por tibetanos motivados por su líder para lograr la independencia. Argumentan que las manifestaciones, lejos de ser pacíficas, fueron previamente organizadas por este pueblo cuyo odio y aversión hacia la comunidad china y musulmana lo ha llevado a protestar agresivamente en un momento clave a nivel internacional (la cercanía de los Juegos Olímpicos).
Por otro lado, se encuentra la postura pro tibetana, dentro de la cual pueden ide
ntificarse dos corrientes: los partidarios de la autonomía y los defensores de la independencia definitiva. A raíz de la creciente intervención del gobierno sobre las prácticas de los budistas, se ha generado un notable resentimiento hacia la política autoritaria china. Por ende, las posturas más radicales reclaman una independencia definitiva de China, es decir la absoluta separación. Sin embargo, no es ésta la posición que defiende el Dalai Lama, quien se define a si mismo como partidario del “camino medio”. En otras palabras, su postura consiste en defender los valores y las costumbres que los caracterizan, frente al constante abuso de poder del gobierno chino.
Tras la lectura de la posición de cada una de las partes que integran el conflicto, cabe analizar hasta qué punto ese pedido de independencia (que tanto irrita al gobierno chino) resulta de la constante opresión china sobre los budistas, y a la vez, hasta qué punto es respetable el control chino sobre la región tibetana.
Catalina Barros Fabani
Florencia Semberoiz
[1] considerado por lo tibetanos como el líder político y espiritual
Fuentes: New York Times, Wall Street Journal, La Nación, Clarin, Reuters, Free Tibet Organization.