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miércoles, 16 de abril de 2008

Oceanía: En busca de la identidad nacional y el desarrollo socio-económico.

Oceanía cubre la extensión más amplia del planeta, las aguas del océano Pacífico, que bañan un grupo de países con vastos recursos naturales y una densidad de población escasa. Políticamente, predominan las democracias, aumenta la coordinación por medio del Foro de las Islas del Pacífico y es la región del planeta con mayor proporción de territorios no-independientes, con una gran diversidad de situaciones legales. Los países independientes con derecho a voto en la ONU son 16, algunos de los cuales con tratados de libre asociación y, entre el resto de territorios, hay tanto procesos de descolonización como de mayor vinculación, así como los hay que son parte integral de países más grandes, como las islas Hawai. Australia y Nueva Zelanda, con un desarrollo sociopolítico y económico que permite prever un futuro sin especiales sobresaltos, son países considerados de forma separada, mientras que el resto están divididos en tres áreas culturales, Micronesia, Melanesia y Polinesia. Son territorios que aún han de afrontar importantes desafíos incluido, en algunos casos, su propia existencia como tales estados.

Las estadísticas sobre condiciones de vida muestran un declive generalizado que ha pasado de ser comparable al de sus vecinos asiáticos a equipararse con el del África Subsahariana. La viabilidad del autogobierno y la sostenibilidad de las economías locales, de esta forma, han sobrepasado en importancia a la soberanía política y desvanecido las ilusiones despertadas por los procesos de independencia. Y un reflejo de ese fin del optimismo excesivo son, precisamente, los importantes esfuerzos por erradicar los males estructurales que han lastrado las primeras décadas de independencia, constatables a lo largo de toda la región.

Australia y Nueva Zelanda son los dos países más desarrollados de la región; tienen diferencias importantes en tamaño, clima y localización geográfica, pero poseen notables semejanzas. Ambos, países miembros de la británica Commonwealth of Nations, son producto de las políticas migratorias del imperio británico y en las primeras remesas de inmigrantes dominaban las gentes de orígenes sociales bajos. Sin embargo, desde comienzos del siglo XX se han caracterizado por sus decididos objetivos de igualdad social y por haberse convertido en las sociedades más igualitarias del planeta (con la excepción de sus habitantes originales). En la actualidad, también viven experiencias pioneras, como la gestión de la cantidad y diversidad de población inmigrante, la proporción de mujeres en las altas instancias de la administración o el esfuerzo por adaptar las normas indígenas al ordenamiento político del país.

Los lazos con su antigua potencia colonial se debilitan en los dos países. El vínculo emocional sigue siendo importante y la pertenencia a instituciones postimperiales están fuera de duda, pero la antigua dependencia de Londres se desvanece entre una creciente pujanza asiática, entre los crecientes vínculos con Estados Unidos y entre una proporción importante de asiáticos y oceanianos. En este debate sobre la identidad nacional, la Corona británica sigue siendo la máxima autoridad oficial, si bien con un rol reducido y limitado cada vez más al ámbito de lo simbólico.


Por: Sol Baez